Normas Pozuelo:

Javier sabe que las normas son muy importantes a la hora de educar a los niños… pero es que cada vez que lee algo sobre el tema acaba hecho un lío, las normas deben de ser constantes, pero flexibles ¿En qué quedamos? Y de las pocas cosas que saca en claro, luego se le desmontan cuanto trata de llevarlas a la práctica… Esto es lo que le pasaba a Javier, hasta que consultó con nosotros.. 

Una manera de cuidar y de transmitir seguridad a los hijos es proporcionarles un entorno estructurado y coherente. Si les dejásemos a merced de una vida sin horarios, sin rutinas, ni límites, acabarían enloqueciendo. La presencia de hábitos, costumbres… les ayuda no sólo a regular sus ritmos biológicos y a estructurar el tiempo; poco a poco, tanto el entorno como su interior irán cobrando un orden, una estructura y eso les ayudará a no quedar atrapados por la ansiedad y la angustia que podrían llegar a sentir si su vida no estuviera organizada. Hemos de darnos cuenta que si no ejerciéramos nuestra labor de filtrado, el nivel de estimulación en un día acabaría siendo tóxico. Tu hija, tu hijo, te necesita para que le organices su realidad, y para que le ayudes a descubrir el mundo sin empachos. Estimularles psicomotriz y afectivamente es estupendo, pero hemos de recordar que lo que hace en último término eficaz nuestros comportamientos es su “oportunidad y mesura”.

Ahora, no sólo necesitan horarios, rutinas… para ir estructurándose por dentro. Es fundamental para su sano desarrollo que en la vida familiar existan límites y que los padres seamos autoridad. Una de las tareas que no son negociables si quieres ayudar a tu hijo a que sea feliz, es el que en tu familia existan unas normas de conducta. Desgraciadamente, cuando escuchamos la palabra “disciplina” solemos asociarla con castigo, rigidez, amenaza, abandono, vacío o con una figura autoritaria que ejerce su poder de forma arbitraria y sin ningún sentido. Sin embargo, si rastreamos su significado etimológico observamos que proviene de la misma raíz que la palabra discípulo que significa “el que aprende”, luego nos sitúa en una experiencia muy distinta, nos sumerge en un proceso de aprendizaje.

Normas Pozuelo

A uno le vale la pena vivir y luchar por vivir, cuando tiene alguien que le espera, alguien a quien le importa, alguien que no te olvida. La familia es el primer contexto socializador de normas sociales. Todos en la infancia, hemos necesitado saber hasta dónde podíamos llegar, hemos buscado los límites, hemos querido transgredirlos y hemos llorado o nos hemos enfurruñado por no poderlos sobrepasar. Sin embargo, gracias a esos “noes” fuimos aprendiendo a vivir en comunidad, a respetar a los otros y a no hacernos daño, a encauzar nuestras apetencias y comportamientos y a distinguir lo que está bien de lo que no lo está.

Les damos futuro a nuestros hijos cuando asumimos la autoridad que nos toca. Cuando nos responsabilizamos de que aprendan a vivir en función de una escala de valores que les ayude a dirigir sus pasos por los caminos del respeto, la tolerancia, la responsabilidad, la justicia, la autonomía, la libertad, la honradez y la solidaridad.

Para transmitir disciplina con cariño en primer lugar, cuida que en el día a día se sientan queridos. Los límites y restricciones se van a vivir de forma muy distinta dependiendo del estilo de relación que tengáis con vuestros hijos. Cuando ellos os viven cercanos, disponibles, cariñosos; cuando sienten que sois capaces de atender y responder eficazmente a sus demandas, cuando os viven como un refugio seguro, van a estar mucho más receptivos a las normas que les señaléis y mucho más predispuestos para interiorizar los valores que están inherentes en éstas. El “afecto” es uno de los factores que más nos influyen para que asumamos o no el sentido de la disciplina.

Sin cariño difícilmente interiorizamos una normativa, pero sin claridad tampoco. En segundo lugar, hemos de cuidar la manera en que les planteamos las normas. Un aspecto fundamental que a veces olvidamos es si los niños realmente nos han entendido. Es esencial que el establecimiento de las normas estén acordes con la edad, las necesidades, las posibilidades y el nivel de comprensión del niño. Es importante que los límites sean expresados con claridad, que sean razonables y justos, y que evolucionen en función del grado de autonomía que van siendo capaces de tener. La disciplina ha de ir cambiando a medida que los niños crecen.

Cuando son pequeños, hemos de ser firmes en su cumplimiento, pues serán muchos los límites que aunque se expliquen intentarán saltar. Conforme van creciendo, hemos de ir dejando que gradualmente tomen las riendas de su vida y vayan asumiendo responsabilidades. Muy en relación con el paso anterior, un tercer aspecto que ayudará a que el niño y la niña crezcan en responsabilidad es el que les demos oportunidades para dialogar y negociar.

Los niños, para que adquieran las normas como propias, necesitan comprender el sentido de los límites, poder dialogar y sentirse escuchados aunque esto no implique necesariamente que los adultos cambiemos de opinión. Dependiendo de la edad, y de los límites que desean transgredir, no siempre podemos actuar con flexibilidad. Aunque tengamos que ser “aguafiestas”, son muchas las ocasiones en las que tendremos que asumir nuestra responsabilidad y mantener los límites aunque nuestros hijos no estén de acuerdo.

Por último, pero no por ello menos importante, es esencial que seamos coherentes y consecuentes con las reglas y restricciones marcadas. Una de las características que distingue a una buena disciplina es la “coherencia”. A menudo perdemos credibilidad y autoridad porque no somos coherentes entre lo que decimos y hacemos; les pedimos a los hijos que se comporten de una manera que nosotros desdecimos con nuestra forma de ser. Les planteamos las consecuencias de infringir “x” norma y cuando se la saltan nuestra manera de contestar no es consecuente. Dependiendo de lo cansados o de nuestro estado de ánimo les haremos asumir las consecuencias de su trasgresión o no les diremos nada. Si queremos infundirles seguridad, es importante que las normas que establezcamos se cumplan, y que “entre los padres haya una misma manera de proceder”. Por eso es muy importante que en la pareja encontremos momentos de diálogo sobre cómo queremos educar a los hijos. Cada uno tenemos una idea de lo qué es educar, de cómo habría que actuar, de lo qué es mejor o peor para los hijos… y no siempre estos criterios coinciden. Cada uno provenimos de distinta familia, con una escala de valores y una manera de proceder diferente, sin embargo es necesario que en la pareja encontremos unas directrices comunes, que los hijos, reconociendo nuestra individualidad, perciban un proyecto común en el que participar y madurar.

Esperamos que este artículo te haya ayudado un poco, de todas maneras, sabemos que en la práctica las cosas siempre son más difíciles que en la teoría, es por ese motivo por el que te invitamos a que compartas tus dudas con nosotros, te atenderá directamente un psicólogo infantil que puede darte algunas valiosas orientaciones de manera totalmente gratuita. Contactar no te compromete a nada, pero puede aclarar algunos quebraderos de cabeza.

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Paloma Díez, directora de Psicología Europa, tu psicólogo infantil en Pozuelo, centro especializado.

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